UNAM |Jaime Baksht, Oscar por mejor sonido
El especialista en fenómenos sonoros comparte sus experiencias en la película que le valió la estatuilla de oro: El sonido del metal
“La UNAM me ayudó muchísimo, me dio una formación increíble. Tuve varios amigos en mi salón que eran megagenios, con quienes sigo en contacto. La Universidad es un gran lugar para que todos los jóvenes obtengan parte de su formación. Es fundamental, ojalá todos tuvieran chance de tener acceso a ella”, aseguró Jaime Baksht, ganador del Oscar en su edición 2021, por mejor sonido en la cinta El sonido del metal.
Antes de sumergirse de lleno en ese mundo, Jaime Baksht (Ciudad de México, 1 de enero de 1969) pasó por las aulas de la Universidad Nacional, en específico, por la Facultad de Ciencias. Allí, estudió física y adquirió los conocimientos que le han permitido destacar en su campo de trabajo, gracias a su acercamiento científico al sonido de las películas.
Compartir: Ubícate UNAM
“Decidí estudiar física porque el sonido era lo que más me apasionaba desde siempre. Quería conocerlo desde la teoría de ondas y el mejor lugar para aprenderlo era la Universidad. Otra cosa que me interesaba tenía que ver con electrónica científica. Había una serie de materias optativas sobre el tema, las tomé todas y me encantaron”, refirió el especialista en fenómenos sonoros.
“Llegó un momento en que dije: mi rollo no es necesariamente ser físico. Ya tenía información bastante buena para poder seguir mi camino”. Rememoró que de la UNAM viajó a Inglaterra para iniciar su aprendizaje en ingeniería de sonido.
Pero Baksht consideró que su experiencia universitaria fue fundamental para su vida: “Una de las cosas que muchas personas me comentan, incluido, por ejemplo, el cineasta Carlos Reygadas (Japón, Nuestro tiempo), es que mi aproximación al sonido es más científica. En mi trabajo hay que entender de tecnología, tienes que ver las cosas así, y otra parte tiene que ver con la creatividad.
“Hay una parte que necesitas saber de tecnología, hay otra que debes ver más científicamente, otra más general, y una más es la creatividad, pero no puedes negar ninguna de esas etapas. Puedes ser muy creativo, pero si no entiendes cómo funciona nada de lo demás, nunca podrás ejecutar tus ideas.”
La edición 2021 de la ceremonia organizada por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos terminó con tres connacionales premiados en la categoría de mejor sonido gracias a su trabajo en El sonido del metal (The sound of metal, 2020): Jaime Baksht, Michelle Couttolenc y Carlos Cortés, quienes compartieron el reconocimiento con el francés Nicolas Becker y el estadunidense Phillip Bladh.
Pero no fue el único galardón del equipo durante el año (también obtuvieron un BAFTA, el premio de la Association of Motion Picture Sound y el de la Cinema Audio Society, entre otros), para Jaime Baksht, la importancia de la estatuilla dorada recae en que es un símbolo “súper mediático, que impacta a un público que no necesariamente es cinéfilo, como un Mundial de futbol.
“Aunque no me guste el futbol, el día que Brasil le gana a Holanda me entero. En ese sentido, el Oscar es extremadamente mediático, tiene un valor internacional en las comunidades cinematográficas. Si yo llego a Alemania y saben que gané un Oscar, me es más fácil poder hacer cosas que si digo que logré algunas otras distinciones”, explicó el ingeniero de sonido de cintas como El laberinto del fauno (2006) y Ya no estoy aquí (2019).
“Sin embargo, por ejemplo, el Ariel mexicano es un premio importante, muy querido en toda Latinoamérica. Hicimos una película en República Dominicana y la gente nos habló porque vieron en nuestro currículum unos Ariel. Para ellos era una cosa majestuosa que tuviéramos Ariel, ¡para mí también! Creo que el día que gané el primero de ellos fue más emocionante que el Oscar”, comentó. “Es una cosa mediática inmensa”.
La historia
El sonido del metal, dirigida por Darius Marder, cuenta la historia de Ruben (Riz Ahmed), un músico cuya vida entra en una espiral caótica cuando pierde el sentido del oído. Ruben afronta con pesar lo que significa este cambio para su carrera y la imposibilidad de regresar a su vida cotidiana anterior al incidente. ¿Qué significa no poder escuchar nunca más?
“La idea de perder la audición me parece terrorífica. Cuando me invitaron a colaborar, vi una maqueta de la película y, casi dije ‘no voy’”, memoró Baksht entre risas. “Me dio miedo eso, pensar que debía quitarle la audición a alguien me daba pavor. Se lo comenté a mi colega Michelle Couttolenc, con la que colaboro desde hace 14 años, y le dije que lo veía complicado. Ella me contestó: ‘no’mbre, es una película, ¿qué pasó? No tengas miedo’”.
Fue así que Baksht y Couttolenc se involucraron en el proyecto. Ambos vieron la cinta en el estudio de Carlos Reygadas, en “algo que llamamos primera pasada, premezcla; con ella Nicolas Becker y Darius Marder plantearon su idea sobre qué debía ser el sonido. Nosotros la vimos bajo ese criterio. Michelle tomó cerca de 600 notas con código de tiempo, específicas de cada elemento. Yo no tomé tantas, nada más di cuatro que se debían atacar en la película. Se las planteé a ellos y me dijeron: ‘ya no nos cuentes tanto, a ver, hazlas’”.
“Nicolas llevaba una paleta de sonidos inmensa que había realizado en el IRCAM, un centro de investigaciones acústicas y musicales en Francia que dirigía Pierre Boulez; ahí tienen una cámara anecoica; también la UNAM tiene una. Es un lugar donde la absorción del ruido es casi del cien por ciento; una vez que entras ahí no escuchas nada más que tu cuerpo. Darius eligió a Nicolas porque no se dedica exclusivamente al sonido para cine, es un artista sonoro que además trabaja en otras disciplinas. Colabora con Brian Eno, por ejemplo. Nicolas grabó con todas las técnicas de microfoneo habidas y por haber”, compartió el ingeniero de audio mexicano.
Y prosiguió: “No hubo nada sorpresivo para nosotros que no pudiéramos comprender; sin embargo, a Nicolas le había costado mucho trabajo que en Estados Unidos entendieran qué quería hacer”.
La primera de las anotaciones de Baksht estaba relacionada con los conciertos que se aprecian en el filme, Ruben es baterista en un dúo de música ambiental, y para el ganador del Oscar era importante que el público tomara el lugar de Ruben en la batería y percibiera el sonido de ésta desde su perspectiva. “Como espectador tenías que estar dentro del concierto, en el lugar del baterista. Esa fue la propuesta. La película se mezcló en un formato 5.1, el más chico que hay en este momento; existe el 7.1 y el Dolby Atmos; por cierto, la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (ENAC) tiene uno de estos, es una sala muy avanzada. Nosotros lo hicimos en el formato más simple de los sistemas inmersivos: el personaje eras tú, el espectador. ¡Olvídate, eso les encantó! Cuando se los comenté, me pidieron que no les contara tanto porque se escuchaba todo muy bonito, pero no sabían cómo lo íbamos a lograr”.
Sólo el concierto inaugural del largometraje tomó 24 horas de trabajo en el estudio, recordó Baksht, y se hicieron 12 tratamientos diferentes para esa secuencia a lo largo de todo el proceso.
La segunda anotación involucraba la diferencia que presenta la cinta entre el mundo de Ruben –cómo percibe su entorno ante la falta de audición– y el ambiente natural que sí pueden percibir los espectadores. “Mientras él no pierde la audición, todos los diálogos y ambientes que rodean a la situación debían ser lo más natural posibles. El espectador no tenía que pensar en el sonido para nada, debía ser transparente a la historia”, así fue como planteó una tercera idea:
“La pérdida de audición debía ser paulatina. Hay un momento muy marcado, pero la pérdida no es como un switch, sino que va cambiando. En la película, el doctor le dice que deje de someterse al ruido, porque el porcentaje de su audición empeorará si continúa; pero él insiste, va a más conciertos. Eso lo trabajamos para que fuera paulatino, no excesivo, hasta el último concierto donde se escucha que, de repente, la batería se opaca.
“Debíamos entender que no nació sordo. Él, como personaje, tenía una memoria auditiva inmensa, una capacidad de escuchar diferente a la gente que no está entrenada para hacerlo. No por ser músico oyes mejor, en este caso te entrenas para entender más un sonido que otro, puedes separar, enfocarte en un sonido. Hay muchos momentos en la película que, aunque estamos con él en la sordera, regresamos a que todo el sonido es muy natural.
“Solamente cuando nos queremos enfocar en el interior del personaje nos vamos al mundo de la sordera. El cuarto punto tenía que ver con el final, cuando se coloca el implante coclear. En la propuesta original ellos habían hecho que todos los sonidos rodearan al personaje de una manera omnidireccional. Nosotros apuntamos que, justamente, lo que sucede cuando te pones el implante es que pierdes direccionalidad”, subrayó Jaime Baksht.
“De esta idea, Nicolas Becker opinó: ‘Qué bueno que no te tuve que explicar nada, hemos estado investigando esto no sabes cuánto tiempo’”.
A la primera
“Es que él no fue a la UNAM. ¡Yo sí! (risas). Cuando llegamos a la película y les planteamos las cosas, gracias a haber estado en la UNAM, platicamos muy poco. Una tarde nada más. Nicolas vio que entendimos las cosas a la primera, Darius vio que entendíamos a Nicolas, entonces se relajó”, aseveró el universitario.
“Michelle y yo dejamos claro esos cuatro puntos que mencioné. Cada escena se trabajó de manera muy fina, hicimos los ajustes para conseguir los cambios que buscamos: qué tan abruptos o degradados tenían que ser en el mundo de la sordera, cómo regresar al mundo natural, cómo a los conciertos y, en el caso del implante, se hizo una cosa muy interesante.
“Cuando se lo conectan hicimos que todos los sonidos que él escuchaba estuvieran sobre su cabeza, en un 5.1 que giraba. El sistema seguía todo junto con él, cerramos el 5.1 con un plug-in y lo convertimos en un mini 5.1. Flota en el cuerpo. Luego tomamos todos los sonidos naturales de las personas a su alrededor. Su doctora, por ejemplo, se oye bien. Esos sonidos naturales estaban en otro panel 5.1 más grande. Esos dos paneles entran en un tercero que se vuelve caótico, un rollo medio random. Michelle diseñó el sistema después de una noche en que no nos gustaba nada, y al día siguiente propuso hacer todo esto. Programamos toda esa locura, un poco entre random y, al mismo tiempo, era a corte, a cuadro, con momentos muy específicos”, contó.
Jaime Baksht remató: “Cuando lo vieron Darius y Nicolas dijeron: ‘No mamen, esto está increíble’. Fue muy bonito”.